El Problema
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El sistema bancario tradicional opera sobre una infraestructura envejecida que no fue diseñada para la economía digital actual. Al enviar dinero a través de bancos, las transacciones atraviesan una compleja red de intermediarios, donde cada paso añade tiempo y posibles puntos de fallo. Una simple transferencia entre dos bancos en EE.UU. puede tardar de 3 a 5 días hábiles, pasando por múltiples verificaciones, cámaras de compensación y el sistema de la Reserva Federal. Detrás de escena, los bancos utilizan los depósitos de los clientes para préstamos e inversiones, pero este proceso carece de transparencia: los clientes tienen poca visibilidad sobre cómo se usa su dinero, mientras los bancos capturan la mayor parte de los intereses generados. Este sistema anticuado afecta especialmente a pagos urgentes, pequeños negocios que dependen del flujo de efectivo, y a cualquier persona que necesite acceso rápido a sus fondos.
Más de 1.400 millones de personas en el mundo no tienen acceso a servicios financieros básicos, lo que representa una gran barrera para el desarrollo económico y la movilidad social. La banca tradicional excluye a estas poblaciones mediante saldos mínimos elevados, requisitos documentales complejos y comisiones prohibitivas. Sin una cuenta bancaria, las personas no pueden ahorrar de forma segura, ganar intereses, enviar o recibir pagos digitales, ni construir un historial crediticio. Esta exclusión tiene consecuencias profundas: los no bancarizados son más vulnerables a la explotación, tienen menos probabilidades de generar riqueza generacional y enfrentan una menor movilidad social. Mientras su dinero permanece inactivo, la inflación erosiona su valor, perpetuando un ciclo de desventaja financiera que suele durar generaciones.
Los sistemas de tarjetas de crédito y débito imponen comisiones significativas a los comercios, que suelen oscilar entre el 1.5% y el 3.5% por transacción. Estas comisiones afectan desproporcionadamente a los pequeños negocios, que deben absorber los costos o trasladarlos a los consumidores mediante precios más altos. Además del impacto financiero, los pagos con tarjeta enfrentan riesgos de seguridad constantes. El fraude con tarjetas de crédito genera miles de millones en pérdidas cada año a través de esquemas como dispositivos de clonación, estafas de phishing y filtraciones de datos. El sistema de devoluciones (chargebacks), aunque protege al consumidor, genera dolores de cabeza adicionales para los comercios, que deben lidiar con reclamos fraudulentos, costos por disputas y el riesgo de penalizaciones. Esta combinación de altas tarifas, riesgos de fraude y problemas con devoluciones hace que el sistema tradicional de tarjetas sea cada vez menos sostenible para el comercio moderno.
Las transferencias internacionales y remesas enfrentan grandes obstáculos dentro del sistema bancario tradicional. Al enviar dinero al extranjero, los usuarios se enfrentan a comisiones elevadas que pueden llegar hasta el 7% del monto enviado, además de costos ocultos en tasas de cambio desfavorables. Una transferencia internacional típica puede tardar entre 3 y 5 días hábiles en procesarse, al pasar por varios bancos intermediarios y sistemas de compensación. Esta demora afecta especialmente a los trabajadores migrantes que envían dinero a sus familias, obligándolos a esperar días por fondos críticos o pagar tarifas premium para acelerar el proceso. La complejidad del sistema también añade fricción adicional mediante requisitos de documentación, horarios bancarios limitados y acceso restringido en muchas regiones con infraestructura bancaria subdesarrollada.